miércoles, 12 de noviembre de 2008

11 de Noviembre – San Martín de Tours, Obispo y Confesor


Los Santos de los tres primeros siglos fueron mártires, hasta SAN MARTÍN, primer Confesor a quien ha Iglesia ha honrado en Occidente. Nota Durango que le asigna el puesto igual al de los Apósteles.

SAN MARTÍN nació en Sabaria (Hungria, país de los magiares), y vino a las Galias (Francia y Alemania) como soldado imperial. Siendo aún catecúmeno y junto a las puertas de la ciudad de Amiens, rasgó su clámide y dio parte de ella a un pobre cristiano que le pedía limosna en nombre de CRISTO. De ahí que la noche siguiente se le apareció el mismo Cristo vestido con el trozo de su manto y le dijo: “MARTÍN, AUNQUE SIMPLE CATECÚNEMO, ME HA CUBIERTO CON ESTE VESTIDO” (Ant. De Mait.).
A los dieciocho recibió y se hizo discípulo de SAN HILAIRIO DE POITIERS, el gran obispo de Poitiers. Entonces levantó en sus cercanías y en el desierto de Ligugé un monasterio, retirándose con algunos de sus discípulos, y siendo el fundador del Monacato en Francia.
Mas no quería Dios que luz tan esplendorosa quedara escondida bajo el celemín (Ev.) SAN MARTÍN, sacado de su soledad fue creado obispo de Tours (Int.). Por entonces fundó a Marmoutier, o sea, el gran monasterio, adonde salía retirarse a fin de de vivir menos con el mundo.
Por fin murió en año 397, cuando contaba más de ochenta años gastados todos ellos en procurar la gloria de Dios y la salvación de las almas. En su sepulcro se obraron milagros sin cuento, entre las gentes que juntó a él se apiñaban; hasta el punto que GREGORIO TURONENSE, su sucesor, no haya dudado en llamar a este Santo Taumaturgo y Patrón especial del mundo entero. Pocos santos han sido tan populares como él y tan queridos por el pueblo cristiano. Sólo en Francia, su patria terrena, ha tenido dedicadas nada menos que ¡4.000 iglesias parroquiales! Y 485 pueblos llevan su nombre.

¡OH SANTO CONFESOR MARTÍN “COMPARABLE A LOS APÓSTOLES”! Eres modelo nuestro; sé también nuestro protector. Dos cosas te distinguen además de tus milagros; tu caridad bondadosa y tu conformidad con el divino beneplácito. Alcánzanos la gracia de imitarte en esas dos virtudes, pues ellas resumen todo el cristianismo católico.

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