sábado, 28 de junio de 2008

La hermenéutica de la continuidad y la liturgia papal

El Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, Monseñor Guido Marini, ha concedido una entrevista a L´Osservatore Romano en la persona de Gianluca Biccini. En ella habla sobre temas variados referidos a la liturgia de Benedicto XVI.


Traducimos el texto cuyo original italiano hemos tomado de la edición cotidiana del mencionado medio informativo del día 26 de junio.

Desde el 29 de junio cambia el palio usado por Benedicto XVI para las celebraciones litúrgicas solemnes. El que usará el Papa para la Misa de los Santos Pedro y Pablo será de forma circular cerrada, con dos extremos que cuelgan en mitad del pecho y de la espalda. Su forma resultará más amplia y más larga, mientras que será conservado el color rojo de las cruces que lo adornan.
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¿Cuáles son los elementos de continuidad y cuales los de innovación, respecto al pasado?
A la luz de cuidadosos estudios, con relación al desarrollo del palio en el curso de los siglos, parece que se puede afirmar que el palio amplio y cruzado sobre el hombro izquierdo no se ha usado en Occidente desde el siglo IX. De hecho, la pintura que se encuentra en el Sacro Speco de Subiaco, que se remonta aproximadamente al año 1219 y que representa al Papa Inocencio III con este tipo de palio, parece un “arcaísmo” consciente. En este sentido, el uso del nuevo palio intenta satisfacer dos requisitos: sobre todo, enfatizar más fuertemente el continuo desarrollo que esta vestidura litúrgica ha tenido a lo largo de más de doce siglos; en segundo lugar, uno de carácter práctico, en cuanto que el palio usado por Benedicto XVI desde el inicio del pontificado ha comportado diversos y fastidiosos problemas desde este punto de vista.
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¿Permanecen las diferencias entre el palio papal y aquel que el Pontífice impone a los arzobispos?
La diferencia se mantiene también en el palio actual. El que será usado por Benedicto XVI a partir de la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo retoma la forma del palio usado hasta Juan Pablo II, si bien con una forma más amplia y más larga, y con el color rojo de las cruces. La forma del palio papal, diferente de la que usan los (arzobispos) metropolitanos pone de manifiesto la diversidad de jurisdicción significada por el palio.
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Desde hace algunos meses ha cambiado también el báculo que usa el Papa en las celebraciones. ¿Cuáles son los motivos de esta elección?
El báculo dorado con forma de cruz griega – perteneciente al Beato Pío IX y que Benedicto XVI usó por primera vez el Domingo de Ramos de este año – es ahora utilizado constantemente por el Pontífice que ha decidido así sustituir aquel de plata que terminaba en crucifijo, introducido por Pablo VI y utilizado también por Juan Pablo I, Juan Pablo II y por él mismo.
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Tal elección no significa simplemente un retorno a lo antiguo, sino que testimonia un desarrollo en la continuidad, un enraizamiento en la tradición que permite avanzar ordenadamente en el camino de la historia. Este báculo, denominado férula, responde de hecho en modo más fiel a la forma del báculo papal típico de la tradición romana, que ha sido siempre en forma de cruz y sin el Crucificado, al menos desde que el báculo entró en el uso de los Romanos Pontífices. No hay que olvidar, además, un elemento de practicidad: la férula de Pío IX resulta más ligera y fácil de manejar que el báculo introducido por Pablo VI.
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¿Y el báculo confeccionado por Lello Scorzelli para el Papa Montini a mitad de los años sesenta?
Permanece a disposición de la sacristía pontificia, junto a tantos objetos pertenecientes a los predecesores de Benedicto XVI.
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¿El mismo discurso es válido para la elección de los ornamentos usados por el Papa en las diversas celebraciones?
También en este caso hay que decir que las vestiduras litúrgicas adoptadas, como incluso algunos detalles del rito, intentan subrayar la continuidad de la celebración litúrgica actual con aquella que ha caracterizado en el pasado la vida de la Iglesia. La hermenéutica de la continuidad es siempre el criterio exacto para leer el camino de la Iglesia en el tiempo. Esto vale también para la liturgia. Así como un Papa cita en sus documentos a los Pontífices que lo han precedido a fin de indicar la continuidad del Magisterio de la Iglesia, así en el ámbito litúrgico un Papa usa también vestiduras litúrgicas y objetos sagrados de los Pontífices que lo han precedido para indicar la misma continuidad también en la lex orandi. Quisiera, no obstante, hacer notar que el Papa no usa siempre vestiduras litúrgicas antiguas. A menudo, usa vestiduras modernas. Lo importante no es tanto la antigüedad o la modernidad, sino la belleza y la dignidad, componentes importantes de toda celebración litúrgica.
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Un ejemplo se tiene en los viajes dentro y fuera de Italia, donde los ornamentos papales son predispuestos por las Iglesias locales…
Ciertamente. Basta pensar en el viaje a Estados Unidos, o en los de Italia, primero en Génova y luego en el Salento. En ambos casos, fueron las diócesis las que prepararon las vestiduras litúrgicas del Papa, en acuerdo con la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. En la variedad de los estilos y con atención a elementos característicos locales, el criterio adoptado ha sido el de la belleza y dignidad, dimensiones típicas de la acción sagrada que se realiza en la celebración eucarística.
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En este punto, ¿podría anticiparnos algún aspecto litúrgico particular del próximo viaje internacional?
Puedo decir que el tiempo de la preparación ha sido muy fructífero y la colaboración encontrada en Australia muy cordial y disponible. El Papa Benedicto XVI encontrará una vez más a los jóvenes de todo el mundo y todos rezamos para que de nuevo este encuentro pueda ser motivo de gran gracia para todos, una ocasión para conocer con más intensidad el rostro de Jesús y el rostro de la Iglesia, un estímulo para una respuesta pronta y generosa a la llamada del Señor. El deseo es que también las celebraciones litúrgicas, preparadas con cuidado y verdaderamente participadas, en cuanto vividas desde el corazón, sean una ocasión privilegiada para recibir esta gracia.
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¿Qué nos puede decir sobre el trono papal, utilizado en ocasiones como el consistorio, y de la cruz repuesta en el centro del altar?
El denominado trono, usado en particulares circunstancias, quiere simplemente resaltar la presidencia litúrgica del Papa, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo. En cuanto a la posición de la cruz en el centro del altar, indica la centralidad del crucificado en la celebración eucarística y la orientación exacta que toda la asamblea está llamada a tener durante la liturgia eucarística: no nos miramos a nosotros, sino a Aquel que por nosotros nació, murió y resucitó, el Salvador. Del Señor viene la salvación, Él es el Oriente, el Sol naciente, al que todos debemos dirigir la mirada, del que todos debemos recibir el don de la gracia. La cuestión de la orientación litúrgica en la celebración eucarística, e incluso el modo práctico en que ésta toma forma, tiene una gran importancia porque con ella viene transmitido un dato fundamental, teológico y antropológico, eclesiológico e inherente a la espiritualidad personal.
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¿Es éste el criterio para entender la decisión de celebrar en el altar antiguo de la Capilla Sixtina, con ocasión de la fiesta del Bautismo del Señor?
Exactamente. En las circunstancias en las cuales la celebración tiene lugar según esta modalidad, no se trata tanto de volver la espalda a los fieles, sino más bien de orientarse junto a ellos hacia el Señor. Desde ese punto de vista “no se cierra la puerta a la asamblea” sino que “se le abre la puerta”, conduciéndola al Señor. Se pueden verificar circunstancias particulares en las cuales, por las condiciones artísticas del lugar sagrado y de su singular belleza y armonía, sea deseable celebrar en el altar antiguo, donde se conserva la orientación exacta de la celebración litúrgica. No nos deberíamos sorprender: basta ir a [la basílica de] San Pedro por la mañana y ver cuántos sacerdotes celebran según el rito ordinario, emanado de la reforma litúrgica, pero sobre altares tradicionales y, por lo tanto, orientados como el de la Sixtina.
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En la reciente visita a Santa María de Leuca y Brindisi, el Papa ha distribuido la Comunión a los fieles en la boca y de rodillas. ¿Es una praxis destinada a convertirse en habitual en las celebraciones papales?
Pienso que sí. En este sentido, no debemos olvidar que la distribución de la Comunión sobre la mano permanece todavía, desde el punto de vista jurídico, como un indulto a la ley universal, concedido por la Santa Sede a aquellas conferencias episcopales que así lo hayan pedido. La modalidad adoptada por Benedicto XVI tiende a subrayar la vigencia de la norma válida para toda la Iglesia. Además, podríamos ver también una preferencia por el uso de esta modalidad de distribución que, sin quitar nada a la otra, ilumina mejor la verdad de la Presencia Real en la Eucaristía, ayuda a la devoción de los fieles, e introduce con más facilidad en el sentido del misterio. Aspectos que, en nuestro tiempo, pastoralmente hablando, es urgente acentuar y recuperar.
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¿Qué responde el maestro de las celebraciones litúrgicas a quienes acusan a Benedicto XVI de querer imponer así modelos preconciliares?
Antes que nada, me gusta subrayar la adhesión cordial y convencida que se advierte también en relación al magisterio litúrgico del Santo Padre.
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En lo que respecta a términos como “preconciliares” y “postconciliares” utilizados por algunos, me parece que pertenecen a un lenguaje ya superado y, si son usados con el intento de indicar una discontinuidad en el camino de la Iglesia, considero que son errados y típicos de visiones ideológicas muy reductivas. Hay “cosas antiguas y cosas nuevas” que pertenecen al tesoro de la Iglesia de siempre y que, como tales, deben ser tenidas en consideración.
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El sabio sabe reencontrar en su tesoro los unos y los otros, sin recurrir a otros criterios que no sean los evangélicos y eclesiales. No todo aquello que es nuevo, es verdadero, como tampoco lo es todo aquello que es antiguo. La verdad atraviesa lo antiguo y lo nuevo, y es a ella a la que debemos tender sin prejuicios. La Iglesia vive según la ley de la continuidad, en virtud de la cual conoce un desarrollo enraizado en la Tradición. Lo que más importa es que todo conduzca a que la celebración litúrgica sea verdaderamente la celebración del misterio sagrado, del Señor crucificado y resucitado que se hace presente en su Iglesia reactualizando el misterio de la salvación y llamándonos, en la lógica de una auténtica y activa participación, a compartir hasta las últimas consecuencias su misma vida, que es don de amor al Padre y a los hermanos, vida de santidad.
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Aún hoy el motu proprio Summorum Pontificum, sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970, parece dar lugar a interpretaciones contrastantes. ¿Se puede esperar que el Papa presida celebraciones según la forma extraordinaria, es decir, la antigua?
Se trata de una pregunta a la que no sé dar respuesta. En cuanto al motu proprio citado, considerándolo con serena atención y sin visiones ideológicas, junto a la carta dirigida por el Papa a los obispos de todo el mundo para presentarlo, pone de relieve una precisa doble finalidad.
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Antes que nada, facilitar el logro de “una reconciliación en el seno de la Iglesia”; y, en este sentido, como ha sido dicho, el motu proprio es un bellísimo acto de amor hacia la unidad de la Iglesia. En segundo lugar – un dato que no debemos olvidar – su finalidad es favorecer un recíproco enriquecimiento entre las dos formas del Rito Romano: en modo tal que, por ejemplo, en la celebración según el misal de Pablo VI (que es la forma ordinaria del Rito Romano) se pueda “manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo”.
http://la-buhardilla-de-jeronimo.blogspot.com/

Padre Christian von Wermich


Invitación al Cristocentrismo

Redescubrir a Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, como el verdadero centro de la historia de la humanidad, de la vida y de la Iglesia, es una necesaria consecuencia, y también causa, de la vida de cada cristiano, sería el verdadero “cambio antropológico”.

Por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello


El destacar, a veces unilateralmente, el elemento humano y su centralidad incluso cuando “se hace teología”, tiene sus raíces en una relación mal entendida, casi de oposición, entre las legítimas y absolutamente irrenunciables aspiraciones del hombre y las también legítimas “exigencias” de Dios.

Paradójicamente, más de dos mil años de Cristianismo aún no han inmunizado suficientemente al hombre, y lo que piensa de Dios, de la tentación de concebirse en “oposición” al propio Creador, como si la plenitud de sí mismo, la propia realización humana, debiese o pudiese darse “contra” o “sin” Dios.

En la doctrina católica, esta tentación, tiene un nombre antiguo, tal vez algo olvidado por una cierta predicación, pero absolutamente central para elaborar cualquier discurso teológico, antropológico, y moral: se llama pecado original.

La reflexión sobre este dato doctrinal, ampliamente presentada por el catecismo de la Iglesia Católica en los n. 396-409, invita a evidenciar como toda “antropología”, que pretende fundar de nuevo la teología partiendo únicamente del hombre, o de afirmar al hombre y sus exigencias, “contra” las presuntas “exigencias” de Dios”, corre el riesgo casi inexorablemente de transformarse en un “antropocentrismo”, que pone al hombre, solitario, al centro del cosmos, frustrando su natural apertura al Misterio infinito.

Por el contrario, el Cristocentrismo, parte del único punto de la historia en el que el conflicto entre hombre y Dios es totalmente superado, tanto en sí mismo como en cuanto efecto salvífico único y universal del sacrificio redentor de Cristo Señor, cuyos “frutos” son ofrecidos a la libertad de todos los hombres y que por ello es para todos los hombres.

Sería muy interesante si, después de muchos años desde el “cambio antropológico”, se pudiese finalmente tener un gran “cambio Cristológico”, hasta Cristocéntrico.

El Concilio Ecuménico Vaticano II ciertamente invita a toda la Iglesia a recorrer este camino y el reciente magisterio de los Pontífices tanto de Juan Pablo II como de Benedicto XVI invita constantemente al pensamiento, a la vida y al corazón de los fieles a reconocer y hacer propia esta centralidad.

Redescubrir a Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, como el verdadero centro de la historia de la humanidad, de la vida y de la Iglesia, es una necesaria consecuencia, y también causa, de la vida de cada cristiano, sería el verdadero “cambio antropológico”.

El hombre sería profundamente iluminado, consolado, liberado: en una palabra, podría experimentar efectivamente aquella salvación que Cristo nos ha conquistado y que es ofrecida a la libertad de cada uno y, al mismo tiempo, la teología podría reencontrar su originaria vocación, tan luminosamente presente en los Padres de la Iglesia, de exponer los misterios de la salvación, en modo accesible y saludable para la inteligencia de la misma vida.

Ningún hombre se interesa más por el hombre que Cristo mismo: el Cristocentrismo es el verdadero “cambio antropológico” de la historia. Nunca antes el hombre estuvo tan “al centro” como con Cristo.

Agencia Fides

La presencia y la vigencia del Padre Liqueno


La humildad y objetividad del PADRE LIQUENO hicieron que jamás olvidara a quienes, como él, palpita el alma del apóstol preocupado por hacer llegar a todos la VERDAD.

Por el Instituto Eremita Urbanus
En la Foto: Capilla del Colegio Liqueno en Pampa de Achala


La renovación tomista en José María Liqueno.

Las condiciones estaban dadas, aunque quizá precariamente, para una renovación tomista, y ésta se logra, en el orden en la cual los citaremos, en LIQUENO, RODRIGUEZ y OLMOS, y MARTÍNEZ VILLADA. JOSÉ MARÍA LIQUENO (1877-1926): nacido en Italia, vivió toda la vida en Còrdoba. Donde enseño Filosofía y Derecho Canónico. Fundo el diario La Tribuna. Entre sus importantes estudios históricos: “Influencia de la Universidad de Córdoba en la revolución de la Independencia Argentina”, Rev. De la Univ. De Cba., III, nº 9, pp. 131-146, 1916, y sobre todo, La cuestión social, 585 pp. Córdoba, 1917.

El P. Liqueno es el autor de la primera historia de la Filosofía pensada, escrita y editada en la Argentina; su Historia de la Filosofía en dos volúmenes (1923) responde a una doctrina y a un modo crítico de ver la historia del pensamiento filosófico y se caracteriza, como toda su obra, por su objetivo al pensamiento filosófico argentino. El tema de la Verdad y la Tradición. Se dedica a sostener la existencia histórica de Jesucristo y la credibilidad de los Evangelios, debido a la necesidad de hacerlo por la influencia del modernismo teológico de clara procedencia filosófica.

La primera preocupación de Liqueno es mostrar que si bien en verdad que el pensamiento transcurre, algo permanece a través del tiempo y esto “que no pasa” es la verdad que, precisamente, une el pasado con el presente y éste con el porvenir. Con relación al hombre, compuesto de cuerpo y alma, la verdad es como “el alma de las almas” y une a toda la especie humana; dicho de otro, “la verdad circula por las inteligencias” forjando cierta comunidad universal sobre el “depósito científico” en cuanto herencia de la familia humana. Este patrimonio “es la lo que constituye…la historia del pensamiento humano” y es, en efecto, la tradición. Si distinguimos historia y tradición, la tradición es “el depósito de verdades y principios dejados por nuestros antepasados”, y la historia entonces es sólo “la expresión ordenada y metódica de las mismas verdades”. De ahí que no debamos separarnos del pasado y de hecho, los actuales males de la humanidad se han producido por esta ruptura con la tradición. La tradición, lejos de quitar libertad científica, la funda y permite la unidad científica que debemos buscar; de ahí que la tradición sea “estímulo (…), fuerza insustituible y necesaria para el progreso”. Debe admitirse entonces un proceso del pensamiento filosófico aunque sin atribuirle “un valor radical del evolucionismo” (modernismo) necesario, como sucede en HEGEL; este proceso aunque sea “unitaria”, como dice Liqueno, es hijo de la Verdad y no a la inversa y por eso, no anula la libertad como en el hegelianismo.

En cuanto a la filosofía cristiana y la restauración del tomismo, el P. Liqueno considera que el pensamiento moderno comienza con el Cristianismo y por eso, comprende la Patrística, la Escolástica (la Edad Media), la Edad Moderna y la Contemporánea; tiene en cuenta la violencia del modernismo modernista, tanto en la vertiente del positivismo, cuanto hegeliana que ha llegado a poner en duda lo histórico de Cristo. Y no se olvide que le habían impresionado mucho las conferencias y escritos de LEOPOLDO LUGONES en el mismo sentido.

Liqueno coloca el comienzo del pensamiento moderno en la doctrina y persona de Cristo, es de capital importancia poner en claro lo histórico de Jesucristo. Liqueno expone la doctrina filosófica supuesta en la doctrina de Cristo. Ante todo, “la fe no destruye, sino (que) completa y perfecciona la naturaleza”: por ello ciertas verdades fundamentales del Cristianismo sean también verdades naturales; además, “la filosofía cristiana no niega el objeto y la finalidad de la filosofía, sino que abre nueva senda, nuevo método para el conocimiento de las mismas verdades”; en este sentido, la filosofía cristiana no es distinta de la antigua pero sí más perfecta; y por último, “la fe y la razón proceden de Dios, fuente de verdad”.

En cuanto a la crítica a los caracteres esenciales del pensamiento, advierte el P. Liqueno que los supuestos en los que coloca la base de su exposición de la historia de la filosofía , se contienen las críticas esenciales al pensamiento moderno que se dirigen, primordialmente, al idealismo, al positivismo, al materialismo especialmente marxista y el utilitarista. Con la historia a la vista, el P. Liqueno demuestra que la filosofía “liberal” (es decir, la filosofía moderna en general), separada de la fe ha sido impotente para evitar el cataclismo del hombre manifestado en la “guerra del 14”. En realidad, aquel desastre ha sido el resultado lógico de las premisas de la filosofía moderna, cuyos sofismas han querido probar que no existe lo sobrenatural ni el mismo Dios; pero los hechos se han encargado de mostrar que “sin Dios no es posible la VIDA SOCIAL”. Concluye, entre “otras orientaciones novísimas” coloca el P. Liqueno la filosofía católica como “reacción espiritualista” que sigue una línea que va desde BALMES y DONOSO CORTES a los nuevos escolásticos españoles; desde VICO y ROSMINI a GIOBERTI y VENTURA y los primeros escolásticos italianos de La Civiltà Cattolica por los nombres ilustres de LIBERATORE, CORNOLDI, la encíclica Aeterni Patris del Papa LEÓN XIII, SANSEVERINO, SIGNORIELLO, TALAMO, TAPRARELLI, PALMIERI, TOMGIORGI, ZIGLIARA, CHERUBINI, GEMELLI, todos embarcados en el propósito común indicado por LEÓN XIII de “aumentar y perfeccionar lo antiguo” con lo nuevo. Tal es la misión del propio Fray JOSÉ MARÍA LIQUENO, fraile de la orden seráfica de SAN FRANCISCO DE ASÍS. Era también un apóstol de probada virtud y su proverbial humanidad quizá explique la ignorancia en la cual se ha tenido por mucho tiempo su presencia y vigencia de su obra filosófica. Lamentablemente, el Padre Liqueno, como se le llamaba en Córdoba familiarmente, apenas vivió cuarenta y nueve años, pues falleció en Córdoba el 26 de abril de 1926. Desde Roma llegaron sus primeros escritos en el año 1900 en forma de entusiastas destinadas a ser publicadas en nuestro diario Los Principios y en las cuales ponía de manifiesto la gran influencia que ejerció sobre el Papa LEÓN XIII (JOAQUÍN PECCI; 1878-1903). Esta influencia, se extiende desde la constitución católica de los Estados hasta la Encíclica Rerum Novarum (Doctrina social) como asimismo la Encíclica Humanum genun sobre la masonería. Debemos recordar su monografía (1910) sobre la influencia de la Universidad de Córdoba en la revolución de la Emancipación y la Independencia nacionales, a la cual le atribuye el cumplimiento de tres misiones: fecundó la idea de la Independencia, formó hombres y porque era necesario, “bajo a la lucha encarnada en los hombres y en las iniciativas salvadoras”; por eso, pensaba Liqueno, la historia del país esta compendiada en la Historia de la Universidad. La simpática figura del P. Liqueno se incorporó de tal manera al medio que llegó a ser una suerte de institución cordobesa, es decir, un cordobés por adopción ab aeterno.

Ahora bien, la restauración de la filosofía cristiana debe realizarse, según el P. Liqueno, no solamente desde dentro de la historia del pensamiento filosófico; tampoco exclusivamente en el plano especulativo de la psicología – los dos primeros grandes temas de Liqueno -, sino también en el orden político-social contemporáneo. Así como en el especulativo la inspiración proviene, en gran medida, de la Encíclica Aeterni Patris de LEÓN XIII, en el orden práctico-político el impulso proviene, principalmente, de la Rerum Novarum del mismo Pontífice. No deja de ser un hecho fuera de lo común la publicación de una obra de más de seiscientos cuarenta páginas sobre la cuestión social, (según las enseñanzas del Profesor Doctor ALBERTO CATURELLI de Córdoba en su obra monumental “Historia de la Filosofía en Córdoba en Córdoba 1600-1983”, t. III (Siglo XX) CÓRDOBA, 1993) en el año de 1917, de la Revolución Rusa. Es un hecho no común que en esa obra se someta a crítica no sólo el liberalismo, sino el marxismo cuando no se sospechaba todavía las consecuencias mundiales que habría de tener su instauración en Rusia. Además, la preocupación socio-política de Liqueno tiene relación inmediata por un lado, con la situación global del mundo y por otro, con la situación argentina y especialmente de la ciudad de Córdoba. Antes de la publicación de su obra La cuestión social, el P. Liqueno había puesto sus ojos en la sucesión de ataques al Catolicismo en la ciudad de Córdoba en 1916 provenientes como del liberalismo como del “maximalismo” (socialiberalismo); pero todos tenían un origen común: “es la razón común – sostiene Liqueno – que anima a todos los incrédulos de DESCRISTIANIZAR y SECULARIZAR”. (“El Catolicismo y sus adversarios en Córdoba”, Verdad y Moral, I, p. 149)

Se impone esclarecer y recordar la época en la cual se formó, enseño y escribió. Debe estar situada toda su obra entre los años 1900 y 1926. Lo más importante de su obra escrita se produce entre los años 1912 y 1918. Su adhesión al tomismo lo sitúa en el movimiento neoescolástico de principios del siglo XX con soportes y raíces en siglo XIX. En cuanto a la fecha de sus escritos como el contenido doctrinal lo ubican como el primer restaurador de la filosofía tomista en nuestro país. Como antecedentes merecen citarse: JACINTO RÍOS, FERNANDO FALORNI, MAMERTO ESQUIÚ, NEMESIO GONZALES, pero LIQUENO es el único que produce una obra sistemática. Luego, ha sido el Padre LIQUENO el verdadero precursor de la restauración del Tomismo en Córdoba y quizá en la Argentina. con el antecedente de NEMESIO GONZÁLEZ y JACINTO RÍOS. Se trata de conciliar la restauración de la Filosofía Tomista (Papa LEÓN XIII. Encíclica Aeterni Patris) con la doctrina franciscana de SAN BUENAVENTURA y DUNS SCOTO. Por un lado, la escuela de Milán del Padre ANTONIO GEMELLI y la escuela de Lovaina, Bélgica, del Cardenal MERCIER. A ello se suma la generación de BILLOT, GONZÁLEZ, TAPPARELLI, LIBERATORE, CATHREIM, que orientan al Padre LIQUENO al estudio directo – sobre los textos – de la fuente principal: las obras mismas de San Tomás. El Padre LIQUENO pensó y escribió, enseñó y difundió en lo posible su pensamiento, con regularidad. Claro que no fue precursor de la filosofía hispanoamericana, ya en cierto sentido, el Padre LIQUENO se sentía y era un continuador de la mejor tradición franciscana de Córdoba.


La labor filosófica del PADRE LIQUENO eminentemente creadora, pero tuvo siempre un enemigo al cual dirigió sus duras críticas: el INMANENTISMO en todas sus formas: el hegelismo, el positivismo, el socialismo, especialmente el marxismo. Desde el punto cronológico, con el antecedente del maestro FELICIANO BARBOSA, se puede afirmar que el PADRE LIQUENO fue el primer crítico que tuvo el marxismo en la Argentina. Escribió la primera historia de la Filosofía pensada y publicada en el país. Que en cada problema que encaró, se ocupó especialmente de los autores argentinos que, desde diversas y contrapuestas posiciones, habían tratado el tema o el problema.


La humildad y objetividad del PADRE LIQUENO hicieron que jamás olvidara a quienes, como él, palpita el alma del apóstol preocupado por hacer llegar a todos la VERDAD, alimento esencial de la inteligencia y alegría del corazón cristiano y franciscano.


Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
Diario Pampero nº 50 de Córdoba del 24 de junio de Pentecostés de 2008 en la festividad de SAN JUAN BAUTISTA con el Instituto Eremita Urbanus.


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