miércoles, 30 de julio de 2008

La conquista de la cultura según ¿Togliatti - Gramsci?

Se produce la paradoja de que los marxistas se hagan portavoces de las ideas liberales.
En la vida de toda sociedad hay dos instituciones que tienen una importancia capital: la familia y la enseñanza.



Desde hace varios años, algunos de los partidos comunistas europeos tienden a presentarse ante la sociedad con una imagen distinta de la que habitualmente se había tenido de ellos. No hay ninguno hoy que no haga públicas protestas del más acendrado amor a la democracia pluralista. Hasta hace muy poco, esos partidos encarnaban a la perfección el modelo leninista, según el cual el partido comunista debía encaminarse a la conquista violenta del Estado como medio para la instauración de la dictadura del proletariado. Sin embargo, ante el avance que el partido comunista italiano ha obteniendo en el curso de los últimos años, incluso al cambio de nombre por Partido de la Izquierda Democrática…Algunos de los partidos comunistas europeos – el francés, el español -, se preguntaron por qué los italianos triunfaban y ellos no, o al menos no con la misma rapidez, y poder así aplicar los mismos remedios.

La respuesta, como lo ha puesto de relieve AUGUSTO DEL NOCE (1910-30 nov- 1989), (*) está en que el partido comunista italiano ha venido inspirándose no exactamente en LENIN (1860-1924) sino en uno de sus propios fundadores, ANTONIO GRAMSCI (1891-1937). (*).

Mientras en el marxismo marxismo-leninismo, la sociedad civil se identificada con las relaciones económicas, para GRAMSCI se identificaba con las relaciones culturales. Para CARLOS MARX (1818-1883), lo económico era lo primario; para GRAMSCI, será la cultura. Puede parecer que nos encontramos aquí ante un problema propio de la academia marxista, y en cierto modo lo es, pero no puede olvidarse que ambos persiguen la misma meta: la implantación de la dictadura comunista.
Como buen marxista, GRAMSCI, y sus seguidores, llevan a la práctica su teoría, y las consecuencias de ese giro, aparentemente académico, han sido políticamente importantes: la lucha armada leninista por la conquista violenta del Estado (el Palacio de Invierno de los ZARES) para la lucha no violenta, pacífica, para la CONQUISTA DE LA CULTURA. Conquistada ésta, el Estado CAERÍA SÓLO, COMO FRUTA MADURA. La operación que esta en juego consiste en la sustitución de la cultura tradicional Europa, fundamentalmente católica, por una nueva cultura, que es la marxista. Siguiendo el proceso dialéctico hegeliano-marxista se trata, en definitiva, de aislar a la clase dirigente de la sociedad, de modo que se convierta en clase “dominante”. Para ello, hay que conseguir que las grandes masas se separen de las ideologías tradicionales. Como puede observarse, se intenta producir en el terreno cultural la aplicación leninista de la fuerza subversiva y revolucionaria: aislar psicológicamente un Gobierno de su pueblo.
Esta táctica se está desarrollando sobre todo en países de tradición católica. La razón estriba en que primero quieren crear las condiciones que faciliten la aceptación de una filosofía materialista, marxista. Varios siglos de filosofía anticristiana han conducido en otros países a una sociedad vacía de Dios, agnóstica, liberal; se han puesto así las premisas para que MARX no sólo haya podido surgir, sino también para que pueda ser aceptado: este es el vacío que quieren producir en sociedades de tradición católica, en las que hasta ahora esas ideas filosóficas sólo habían influido en círculos restringidos.

Se produce así la paradoja de que los marxistas se hagan portavoces de las ideas liberales. Se descubre que muchos marxistas se dedican en estos países a traducir a filósofos anticristianos, ateos, a propagar la llamada “teología de la secularización”, a defender una sociedad de consumo materialista, a fomentar la inmoralidad pública y privada, porque la unidad que reina entre el pensamiento y la vida, hace que quien no quiera vivir cristianamente busque una justificación que ellos están dispuestos a facilitar.
La operación que los marxistas están intentando llevar a cabo es delicada y nada fácil. Requiere sobre todo tiempo – y hay que reconocer que hasta ahora no les está constancia - , porque para efectuar este trasplante hay que cambiar el modo de pensar de la gente, hay que crear un sentido común nuevo, tanto de pensar y de sentir, ya que no se trate de convertir al comunismo a unas personas, sino a toda la sociedad. ¿Cómo puede conseguirse este objetivo? Utilizando todos aquellos medios por los cuales se difunde habitualmente la cultura: la imprenta – editoriales, medios de opinión pública – y la escuela.
Basta pararse a pensar un momento lo que está ocurriendo desde hace algunos años, para darse cuenta de que esa siembra cultural está ya en marcha y ha dado sus frutos. En cualquier libraría de hoy se puede comprar un libro de MARX, de LENIN, del CHE, de FIDEL, de CHAVEZ o de cualquier otro marxista – las traducciones proliferan asombrosamente – al precio económico de una edición de bolsillo. Las antologías y los estudios sobre próceres marxistas o socialistas del país que sea, tampoco escasean. En las revistas de actualidad también se observa un cambio en los últimos tiempos, y muchas de ellas no esconden sus simpatías. ¿Qué ha pasado? La explicación estriba en que la labor de proselitismo marxista es continua, especialmente en los medios intelectuales, puesto según GRAMSCI, son los intelectuales – marxistas – quienes han de operar ese ámbito CULTURAL.
Pero los intelectuales, como todo el mundo, se forman en la escuela. Por eso el dominio de la escuela es esencialmente importante en esta nueva versión del marxismo. El efecto multiplicador de este programa de actuación es enorme.
En muchos de estos países se está produciendo un auténtico asalto a las cátedras de enseñanza no sólo universitaria, sino también de enseñanza media. Buena prueba de ello es que desde hace poco tiempo el fenómeno contestatario, hasta entonces reducido al –ámbito universitario, ha comenzado su aparición en colegios y escuelas. Este panorama no es tampoco un misterio, y con frecuencia, en ambientes universitarios, se conoce y se habla de que determinada Facultad, por ejemplo, está en manos de marxistas. El acceso masivo a la enseñanza universitaria ha producido un aumento del cuerpo docente, que ha provocado un reclutamiento apresurado: en muchos países europeos y americanos, los marxistas abundan entre el profesorado joven. En determinado país, desde hace unos años, el partido comunista, para fomentar que sus militantes se dediquen profesionalmente a la enseñanza media, menos aparente, pero de decisiva influencia – especialmente en materias humanísticas -, les abona una cantidad igual a la que cobran del Estado.

Esta penetración e infiltración en el campo de la enseñanza no se limita sólo al aspecto docente, sino que se extiende además a todos los campos relacionados con la educación. Especial importancia tienen aquellos puestos de carácter ejecutivo; desde el concejal encargado de asuntos educativos en un pequeño municipio, hasta puestos de alcance nacional, como puede ser, los diversos ministerios, comisiones legislativos, administraciones públicas de carácter público provincial o regional, colegios oficiales, etc., según la estructura político-social de cada país en concreto.
Así, una vez más en la Historia, se cumple hoy la profecía del Segundo Salmo:

¿Por qué se han revolucionado las naciones
Y han concebido vanos planes los pueblos?
Se han rebelado los reyes de la tierra
Y los jefes se han puesto de acuerdo contra el Señor
Y su Cristo,
(Diciendo:)
“Rompamos sus lazos
Y soltémonos de su yugo”.

*UN DESAFÍO ACTUAL

Dentro de la preocupación que los católicos han de poner para articular la sociedad en que viven a la Fe católica, la enseñanza ocupa un lugar principal, porque representa el vivero donde las futuras generaciones recibirán una educación conforme a su fe. Para reformar la sociedad, hay que formar primero a quienes la integran. La enseñanza es, por tanto, uno de los puntos básicos del esfuerzo por cristianizar la sociedad, por santificarla.
En la vida de toda sociedad hay dos instituciones que tienen una importancia capital: la familia y la enseñanza. De cómo sean ambas depende la formación de las generaciones futuras y depende, por tanto, la sociedad de mañana. Son dos puntos en los que el cristiano debe luchar sin tregua, especialmente en los tiempos actuales en que están siendo violentamente atacados desde muchos lados, y en los que la desorientación doctrinal que reina, hace que muchos no conozcan apenas la verdad católica en a temas tan importantes.
Es evidente que, merced a la campaña de descristianización de la sociedad hoy en boga, está peligrando la fe de muchos, con dimensiones masivas. Y esta situación debe urgir al cristiano a realizar con más fe y más constancia su tarea de conformar la sociedad a las exigencias de su fe. Sería lamentable que una vez más los hijos de las tinieblas fueran más astutos que los hijos de la luz. La situación actual debe ser una llamada a un apostolado más intenso, más decidido, sin dejarse vencer por unos respetos humanos, que no poseen en absoluto quienes están empeñados en poner en juego la salvación de tantas almas.
En ese aspecto, es urgente librar bien la batalla por la libertad de enseñanza. Cuando, en ocasiones como las que vivimos, la opinión pública es sorprendida por manifiestos que contradicen esa libertad, la respuesta ciertamente no se hace esperar y son muchos los padres de familia y las personas honradas que protestan públicamente por el desconocimiento de ese derecho natural. Sin embargo, en ocasiones, no puede dejar de pensar que una vez más hemos llegado tarde. Parece como si quienes detentan la verdad de la fe, estuviesen destinados a mantener una actitud meramente defensiva.
Ante la escalada marxista en el terreno de la cultura no cabe una actitud pasiva. Hay que poner los medios para impedir la maniobra marxista pueda tener éxito, y la urgencia de la situación ha de llevar a frustrarla en sus mismos puntos de partida. No son tiempos para dejarse atentar por slogans, para dejarse enredar por tácticas envolventes ante la opinión pública. Y en el terreno de la enseñanza la tarea es más urgente.
Nos encontramos, efectivamente, ante un ataque frontal, abierto y solapado a la vez, contra la libertad de enseñanza. Los argumentos que se utilizan son los mismos de siempre, porque después de tantos años no es fácil ser original en este terreno. Convendrá ciertamente repetir una y otra vez la doctrina acerca del derecho de la familia y de la Iglesia en este terreno, porque la repetición ayuda a que no se olvide y facilita que quienes se acercan por primera vez a este tema, puedan conocer la doctrina de la Iglesia. Pero no basta ya con tener clara esta doctrina, sino que, dada la magnitud de la operación en curso, hay que dar doctrina a discreción y hay que actuar en consecuencia, venciendo la comodidad y la pereza. Cada uno en su sitio – el legislador como tal, el funcionario como tal, el profesor como tal, el periodista como tal, etc., - en la vida pública y en la vida privada, ha de oponerse de modo efectivo a la maniobra que se está realizando, siendo consecuentes con su fe.


La fe tiene que defenderse a todos los niveles. Cualquier tipo de neutralismo es resultado de la ignorancia, de la comodidad o de la inseguridad en la fe que se profesa; por eso los marxistas lo defienden hoy, como ayer los liberales. DIOS, la Iglesia, la fe no son cuestiones privadas, no son una opinión más que se tolera. Al contrario, precisamente porque la fe católica se refiere al bien de cada alma, se refiere también al bien de la sociedad y de sus instituciones, que tienen por fin principal facilitar que los hombres alcancen la gloria eterna. De ahí que luchar con todos los medios nobles por impedir que la sociedad pueda ser corrompida – y el marxismo es una enorme corrupción – es, en definitiva, luchar por impedir que quienes tengan ya una conciencia desviada cuenten con instrumentos que hagan más difícil su conversión, y evitar que se facilite a las almas su descamino. Es un deber de todo cristiano.
La lucha por la libertad de enseñanza ha de ser una lucha positiva. Quien lee algunas de las declaraciones marxistas puede sacar la impresión de que la enseñanza privada está viviendo sus días de mayor esplendor, lo cual es una falsedad. Los países donde se ha orquestado toda esta campaña de acción psicológica no brillan precisamente por su amplitud de miras en este terreno. Por el contrario, la enseñanza privada encuentra dificultades. Se produce así la curiosa situación de ser atacada por unos sin ser amparada por otros.
Hay que exigir que el Estado ayude y facilite la enseñanza privada, ya que en este terreno su función es subsidiaria. Son muchos los puntos en que se puede mejorar, y hay que defenderlos, teórica y prácticamente. Entre ellos está la libertad de los padres de familia para poner colegios; el derecho de recibir como subvención, al menos una cantidad igual por puesto escolar a la que el Estado gasto en centros estatales – lo que plantea el interesante problema de conocer el costo real del puesto escolar oficial, determinado con criterios contables paralelos a los empleados en el sector privado -; el derecho a la libre contratación del profesorado; a la libre elección del texto escolar y el programa de enseñanza del contribuyente; la necesidad de la enseñanza de la religión, y más en momentos como los actuales, etc.


Hay que convencerse y convencer de de que el modo mejor de impedir el copamiento marxista de la cultura y de los centros de enseñanza es, por encima de todo, la defensa de la sociedad cristina, la promoción de la libertad de enseñanza, la oposición a las tendencias centralizantes y planificadoras de Estado, que no hacen sino facilitar la conquista marxista mediante el control de centros de decisión propios de una estructura ya de por sí estatista.
En definitiva, creer que un educando es “persona” no es ni un saber científico ni tan siquiera una opción política; ahora bien, es aquella hipótesis que le permita al educar amar a sus educandos. Pero, ni el amor a los educandos en el acto pedagógico, ni el amor a los conciudadanos en los actos social y político llega a su plenitud. Trabajando con sacrificio en el advenimiento del amor queda al descubierto la exigencia de “Otra Cosa” o de “Otra situación”, desde la cual nos entregamos a la Historia. El amor pedagógico puede entenderse como un eco de lo absoluto – “DIOS creó al hombre a su imagen: lo creó varón y mujer”; Génesis, I, 27- . El Absoluto no se desentiende de cuanto ha lanzado amorosamente a la existencia – “DIOS ama todo cuanto existe y no abomina nada de lo que hizo”, Sabiduría: XI, 24 - .

* NOTAS:

(*): AUGUSTO DEL NOCE: eminente profesor de filosofía política italiano y senador vitalicio por el P. D. C.
Véase: “Augusto del Noce, filósofo católico del Siglo XX”, por Gabriel S. P. Pautasso, revista GLADIUS, nº 50, Buenos Aires, 2001, p. 67.
“Italia y el Eurocomunismo: una estrategia para Occidente” por Augusto Del Noce, Madrid, Emesa, 1977.
“Antonio Gramsci: Cuadernos de la Cárcel” por Flavio Capucci, Madrid, Emesa, 1978.
“Gramsci. Comunismo latino” por Rafael Gómez Pérez, Nt Eunsa, Pamplona, 1977.
“Antonio Gramsci y la revolución cultural” por R. P. Alfredo Sáenz, S. J., Buenos Aires, varias ediciones.
(*): “El abismo entre TOGLIATTI, dirigente efectivo del P.C.I., y GRAMSCI estaba abierto. Las alternativas eran dos: o la confrontación, o el silencio. Parece ser que este último fue la tónica general de las relaciones de GRAMSCI con el P.C. I. “Pues bien, durante estos 11 años, lo único cierto es que entre los dos existió el silencio, signo de ruptura grave – dice el biográfo de TOGLIATTI sobre las relaciones de éste con GRAMSCI – y, para GRAMSCI irremediable, tras los años de vida común y de férrea colaboración intelectual”, Es de notar que el prisionero comunista – en todo ese tiempo – “no expide ni una sola línea al secretario de su partido, ni tampoco la recibe” (GIORGIO BOCCA, “PALMIRO TOGIATTI”).
“Sin embargo, TOGLIATTI había guardado celosamente en Moscú los originales de los Cuadernos. Y en 1938, durante su estancia en Barcelona (guerra civil española) comienza a estudiar sus fotocopias a fondo, para iniciar lo que, con notable acierto, denomina GIORGIO BOCCA “LA OPERACIÓN GRAMSCI”. (“Palmiro Togliatti”, p. 373). El partido comunista italiano camina con pies de plomo en el terreno de las definiciones ideológicas y políticas. Aún hay algo más significativo, que es el método empleado por PALMIRO TOGLIATTI para dar a conocer el pensamiento de GRAMSCI. No se trata de una exposición cronológica ni de conjunto de su obra, ni en vinculación con las condiciones históricas en que esta se produce. Es una publicación exclusivamente temática. De los temas que le interesan a TOGLIATTI. Así, en principio, no están presentes las publicaciones anteriores a su encarcelamiento, tan importantes como los documentos referentes a la experiencia consejista (consejos de fábrica) en el movimiento obrero. De este modo, hasta 1956, en que verán la luz los escritos de GRAMSCI, la visión de TOGLIATTI sobre la producción gramsciana será únicamente “cultural” o “ideológica”. Y GRAMSCI será utilizado así para la política – cada vez más reformista – del P. C. I., sirviendo directamente “al crecimiento cultural del partido y a su propaganda”. “El GRAMSCI revisado y recortado, el GRAMSCI democrático, amable, humanista, sirve para las amplias alianzas y no anima la formación de movimientos que se coloquen a la izquierda del P.C.I. Un GRAMSCI mutilado que servirá para los dos objetivos reformistas de la política del P.C. I.: “para conquistar gradualmente la hegemonía política y, que, al mismo tiempo se asegure la hegemonía cultural” (“Palmiro Togliatti”, p. 373). (Véase, “Revolución socialista e idealismo en Gramsci”, de J. IGNACIO LACASTA, Editorial Revolución, Madrid, 1981, p. 79 a 81).

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