jueves, 11 de septiembre de 2008

El dulcísimo nombre de María – 12 de Septiembre de 2008

Así como cuantos días después de Navidad se celebra en Santo Nombre de JESÚS, así también después de la fiesta de la Natividad de MARÍA se festeja su Santo Nombre.
Ocho días después de nacer la Virgen, y siguiendo en esto la costumbre hebrea, sus santos padres impusieron a su hija el nombre de MARÍA, no sin una inspiración divina, según dicen SAN JERÓNIMO y SAN ANTONINO. De ahí que en el curso de esta Octava celebre la liturgia una fiesta en honor de tan dulce Nombre. España fue la primera en alcanzar de Roma la autorización para celebrar esta fiesta (1513); hasta que en 1638, INOCENCIO XI la extendió a toda la Iglesia, para dar gracias a MARÍA por la victoria que JUAN SOBIESKI, Rey de Polonia, ganó contra el Turco que sitiaba a Viena, amenazando a todo el Occidente.

“El nombre de la Virgen, dice el Evangelio, era MARÍA”. “El nombre de MARÍA, era Domina, significa Señora. Y, en efecto: siendo su Hijo el Amo del mundo, a MARÍA le pertenecía ser Soberana del mismo desde su nacimiento”. De ahí que así como decimos de JESÚS que es Nuestro Señor, así también llamamos a MARÍA Señora Nuestra. Pronunciar su nombre es afirmar su omnipresente suplicante.
MARÍA significa también “estrella del mar”. Ella, en efecto, nos guía al navegar por el revuelto mar de este mundo, y nos salva del naufragio. Pronunciemos su nombre con respeto y con cariño; será una prenda certera de salvación.
En las tribulaciones, en las angustias, mira cristiano, a la Estrella, respice Stellam, voca Maríam. Llama en tu auxilio a MARÍA. No se aparte de tu corazón; no se aparte de su boca. (SAN BERNARDO).

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

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