lunes, 4 de agosto de 2008

Integración y desintegración social

Reflexiones acerca del momento actual y la Encíclica Caritate Christi Compulsi.
Revista “ARX” nº 2, Instituto Santo Tomás de Aquino, Córdoba R.A. 1934, pág. 285-311.


Por el Pbro. Julio Meinvielle

En homenaje a la memoria del Rvdo Padre Pbro. Julio Meinvielle (1906-1973.3 de agosto.2008)

“El movimiento nacionalista que despierta entre nosotros ha de tener muy presente, asimismo, las consideraciones formuladas sobre la organización jerárquica del hombre, consideraciones supraempíricas que deben orientar la violencia para que ésta no sea un vulgar instrumento de defensa de las posiciones burguesas. Es necesario partir de la base de que todas estas posiciones están tan podridas y son tan perniciosas como la posiciones izquierdistas.
Es necesario, entonces, atravesar todo el moho, hasta encontrar al hombre mismo. Hombre que no será hallado mientras no se encuentre a Aquél que, siendo Dios, ha querido ser hombre para que el hombre pudiese ser Dios”. (pág. 311, in fine)+.

Solo pretendo indicar – sostiene el Pbro. JULIO MEINVIELLE – esquemáticamente algunas reflexiones sobre las que constituye el tema central de las mismas (un comentario de la Encíclica Caritate Christi Compulsi de S.S. PIO XI (1923-1938)), es decir, el grave momento porque atraviesa hoy el mundo.
“En tal estado de cosas – dice S.S. PÍO XI refiriéndose al malestar actual – la misma caridad de Cristo nos estimula a dirigirnos de nuevo a vosotros, venerables hermanos, a nuestros feligreses, a todo el mundo, para exhortar a todos, a reunirse y oponerse, con todas sus fuerzas, a los males que oprimen a toda la humanidad y aquellos aún peores que la amenazan”.
El momento actual es decisivo, crítico para las raíces mismas de la humanidad. Así como la humanidad sucumbió en una catástrofe, en el diluvio, de la misma manera parecería estar a punto de sucumbir en otra. Dice S. S. PÍO XI: “Si recorremos con el pensamiento la larga y dolorosa serie de males que, triste herencia del pasado, han señalado al hombre caído las etapas de su peregrinación terrenal, desde el diluvio en adelante, difícilmente nos encontraremos con un malestar espiritual y material tan profundo, tan universal como el que sufrimos en la hora actual”.
Esta gravísima importancia que le cabe al momento actual, explica que él sea objeto de singulares predicciones tanto en los libros tradicionales de todos los pueblos como en el espíritu profético de los Santos. Este momento reviste, pues, una significación singularmente privilegiada, y esto no tanto porque señala el paso de una cultura a otra, sino de la misma cultura a la incultura, al caos.
Para ponderar la densidad de la cultura de cualquier momento histórico, es necesario considerarlo en función del pasado y del porvenir. Todo momento histórico es un eslabón de una cadena esencialmente movible. Sólo el pasado y el porvenir nos pueden revelar si un punto es de progreso o de regreso, y esto en qué medida.
El momento actual es de regresión cultural muy profunda, de regresión inmediata a la muerte. De la cultura cristiana,, esto es, de la cultura localizada en el continente europeo que ha estado bajo la influencia de la acción cristiana.
La plenitud de la ascensión fue lograda de un modo visible – dentro de la inevitable imperfección de la humanidad caída – en el siglo XIII, cuando la acción social del cristianismo se halla representada por los papas INOCENCIO IV y SAN GREGORIO X y por SAN LUIS rey de Francia; cuando la actividad intelectual ilumina con la inteligencia de SAN BUENAVENTURA y de SANTO TOMÁS DE AQUINO; cuando la actividad artística resplandece en los frescos del Beato ANGÉLICO y en la Divina Comedia del DANTE y en la Catedral de CHARTRES; y cuando, por encima de todas esas obras del espíritu humano jamás superadas, éste se conserva tan vacío de sí mismo que no atina a exclamar sino con SANTO TOMAS DE AQUINO a su hermano REGINALDO que le alentaba a continuar la Suma Teológica: “REGINALDO, NON POSSUM; OMNIA QUAE SCRIPSI VIDENTUR MIHI PALEA”.
Porque este período de la historia señala, en la particular de una cultura, el pñunto culminante al que, en lo esencial, puede llegar el espíritu humano. Obsérvese sobre todo que le llamo culminante porque en él se ha logrado “la perfección esencial del hombre”.
Una cultura no es más que “el hombre manifestándose”. Una cultura será tanto más rica cuanto más ricas sean las manifestaciones del hombre. El valor de estas manifestaciones se debe ponderar de acuerdo a su contenido de realidad. La Realidad Subsistente es Dios, de quien deriva todo bien y de quien todo bien finito no es sino participación. De aquí que una cultura será tanto más rica cuanto “más divinas, más cercanas a Dios” sean las manifestaciones del hombre.
El hombre, que es un conflicto de potencia pura y acto puro, puede realizar culturas tan diversas como la divina de la Edad Media y la diabólica de la Rusia comunista.
En el hombre, conflicto de potencia pura y de acto puro, coexisten, desde la Redención, cuatro formalidades fundamentales que explican las cuatro etapas posibles de un ciclo cultural.
En efecto: el hombre es algo, es un ser.
El hombre es animal, es un ser sensible, deleitable.
El hombre es hombre, es un ser racional, honesto.
Y por encima de estas tres formalidades en la providencia actual, tal como lo ha constituido el Creador:
El hombre es dios, está llamado a la vida propia de Dios.
Existen, pues, en el hombre cuatro formalidades esenciales: La formalidad sobrenatural o divina, la formalidad humana o racional, la formalidad animal o sensitiva, la formalidad de realidad, de cosa.
Si el orden normal es jerarquía, la anormalidad es violación de la jerarquía, proceso de atomización, porque al romper la jerarquía, se rompe el principio de unidad y se deja libre expansión a las causas de multiplicación que son las inductoras de la muerte. La muerte no es más que la disgregación de lo uno en lo múltiple. ¿Cuáles y cuántos tipos de anormalidad son esencialmente posibles? Tres y sólo tres, como tres son las relaciones fundamentales posibles, a saber:
Que lo natural se rebele contra lo sobrenatural, o la nobleza contra el sacerdocio, o la política contra la teología; he aquí la primera rebelión.
Que lo animal se rebele contra lo natural, o la burguesía contra la nobleza, o la economía dirigente; he aquí la segunda rebelión.
Que lo algo se rebele contra lo animal, o el artesanado contra la burguesía o la economía dirigente; he aquí la tercera rebelión.
En la primera revolución, si lo político se rebela contra lo teológico, ha de producirse una cultura de expansión política, de expansión natural o racional, de expresión monárquica y al mismo tiempo de opresión religiosa.
Es precisamente la cultura que se inaugura con el Renacimiento y se conoce con los nombres de:
Humanismo
Racionalismo
Naturalismo
Absolutismo
Cesaropapismo
En la segunda revolución, si lo económico burgués se rebela contra lo político, ha de producirse una cultura de expansión económica, de expansión animal, de expansión burguesa y de opresión política.
Es precisamente la cultura que se inaugura con la Revolución Francesa y se conoce con los nombres de:
Economismo
Capitalismo
Animalismo
Materialismo
Siglo Estúpido
Democracia
En la tercera revolución, si lo económico proletario se rebela contra lo económico burgués, ha de producirse una cultura de expansión proletaria, de expansión nihilista y de opresión burguesa.
Es precisamente la cultura que se inaugura con la revolución comunista y que se conoce con los nombres de:
Comunismo
Guerra al Capitalismo
Guerra a la burguesía
Revolución última y caótica porque el hombre no afirma cosa alguna sino que se vuelve contra lo existente y lo destruye.
Sin embargo, y en virtud de su esencia supracultural, la Iglesia tiene gran fuerza de vivificación de las culturas humanas. Porque lo temporal en contacto con lo eterno se vivifica como la tierra en contacto con el sol, y, por el contrario, substraído a su influencia, muere. De aquí la Iglesia haya forjado con los elementos materiales que pudieran sobrevivir del mundo greco-romano y de las razas bárbaras, la más grande cultura que ha dejado su huella sobre la tierra; la cultura formada por la Iglesia. La Iglesia infundió su espíritu en los elementos greco-romanos aportados por los romanos y en los elementos germanos traídos por los bárbaros. Lo maravilloso de la cultura medioeval es el espíritu de la Iglesia que ella sopla. Es el espíritu de Dios. Es el Espíritu Eterno. Diríamos que la jerarquía que hemos descubierto en la Edad Media no es sino condición para la vida del Espíritu: recordemos la abundante efusión del Espíritu en los escritotes místicos (SAN BERNARDO, HUGO DE SAN VÍCTOR, SAN BUENAVENTURA), en los arquitectos de las catedrales góticas, en los frescos del GIOTTO y del ANGÉLICO, en la divina prudencia de los reyes santos. La Iglesia, en virtud de su esencia que es santificar lo humano e incorporarlo en Cristo, está impulsada de un movimiento esencialmente jerárquico; quiere orden en las realizaciones humanas; quiere la realización de la verdadera cultura.
Por eso su movimiento es diametralmente opuesto al que agita al mundo moderno.
Así como el mundo moderno se halla impulsado por un ímpetu de rebelión, de rompimiento de las jerarquías y de lanzamiento en el caos, así la Iglesia hállase movidas por el Espíritu de subordinación, de respeto a las jerarquías esenciales, de integración en el orden. La Iglesia gravita a la Unidad: el mundo moderno, al caos, que es carencia de unidad. La Iglesia se lanza en Dios que une; el mundo moderno, en el Espíritu del mal que confunde.
La Iglesia no quiere la violencia material como recurso de gobierno. Que en un determinado momento haya de aceptarse la violencia, porque es el único medio eficaz de contrarrestar males peores como el terror y la anarquía, no depende de los deseos de la Iglesia.
La Iglesia, entonces, respetuosa de la realidad no puede modificar, se limitará a recordar a sus hijos además de las normas eternas de la moral, y de la caridad, que la violencia material es inútil y contraproducente, si no va acompañada de la violencia espiritual.
Por esto la Iglesia aconseja como medio principalísimo para la restauración del orden social cristiano, no la violencia fascista, sino la “violencia penitencial”.

La Revista del Instituto Santo Tomás de Aquino que se llamaba ARX salió en el año 1933 y 1934 bajo su lema: EN ARX ALMA CRUCIS: EN FABRICA SANCTA SALUTIS. Figuran como autores: NIMIO DE ANQUÍN, DIMAS ANTUÑA, MARIO PINTO, MANUEL RÍO, R. MARTÍNEZ ESPINOSA, J. MARTÍNEZ CARRERAS; JACQUES MARITAIN, JACOBO FIJMAN, J. MARTINEZ CARRERAS, DIMAS ANTUÑA, NINIO DE ANQUÍN, J. A. BALLESTER PEÑA y JULIO MEINVIELLE.
Dijo CARLOS A. SACHERI: “Realizó en plenitud aquello que expresa Santo Tomás de Aquino, su gran maestros, cuando define la vocación del “Doctor” como la de Aquél que reúne a la vez las cualidades propias de la vida contemplativa y de la vida activa. Muy pocas veces es dable constatar el equilibrio, la facilidad y la eficiencia con que el Padre acometía las más variadas iniciativas intelectuales y prudenciales. Resulta casi inexplicable que una misma persona fundara y dirigiera la JOC, los scouts Católicos, la parroquia Nuestra Señora de la Salud, el Ateneo Popular de Versailles y, al mismo tiempo, redactara obras de tanto valor y madurez como la Concepción Católica de la Economía, la Concepción Católica de la Política, El judío en el Misterio de la Historia, y nueve libros más en poco más de una década. Si a ello sumamos los cursos y las conferencias dictadas en el marco de los célebres Cursos de Cultura Católica y la fundación y dirección de las revistas Nuestro Tiempo, Balcón, Presencia y, posteriormente, Diálogo, más su asidua contribución a otras importantes publicaciones como ARX DE CÓRDOBA, , Criterio, (en su primera época), Sol y Luna, y Ortodoxia, amén de otras innumerables al punto que desafían toda posibilidad de rastreo sistemático, recién entonces podemos vislumbrar sus quilates intelectuales y el empuje de su espíritu renovador. Admirable síntesis, pocas veces realizada, dentro y fuera de nuestro país. Y TODO ELLO CON UN SENTIDO DE ALEGRE MILITANCIA…”.
“VERBO”, Bs.As. nº 133, agosto de 1973, p. 14.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 76 Instituto Eremita Urbanus, Córdoba, 3 de agosto del Penthecostés del Año del Señor de 2008.
Sopla el Pampero. LAUS DEO TRINITARIO.

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