jueves, 11 de septiembre de 2008

Exaltación de la Santa Cruz – 14 de Septiembre

“Cuando Yo sea elevado (en la Cruz) todo lo atraeré a Mí mismo”, dice JESÚS.

Y precisamente, por haberse humillado Cristo haciéndose obediente hasta la muerte de cruz, fue después ensalzado y se le dio un nombre sobre todo nombre. Debemos gloriarnos en la Cruz de JESÚS, porque ella en nuestra vida y nuestra salvación y ella nos protege contra las embestidas y celadas del enemigo.
Dice la leyenda del Breviario, que hacia fines del reinado del Emperador bizantino Focas, Cosroes, Rey de los Persas, se apoderó de Jerusalén y después de matar en ella a muchos miles de cristianos, se llevó a Persia la Cruz del Señor, que Emperatriz bizantina ELENA había depositado en el Monte Calvario.
HERACLIO, sucesor de Focas, ayunó y oró mucho, implorando el favor y auxilio de lo alto con el cual pudo derrotar a Cosrroes , obligándole a restituir la cruz del Señor. Así fue recobrada esta preciosa reliquia, catorce años (14) después da haber venido a poder de los Persas.
Al volver a Jerusalén, HERACLIO puso la cruz sobre sus hombros y la subió con gran pompa al cerro adonde el Salvador mismo la subiera. A esta ascensión acompaño un estupendo milagro. Iba HERACLIO cargado de oro y pedrería, cuando al pronto sintió que una fuerza oculta le detenía junto a la puerta por la cual se sale al camino del Calvario, y cuando el Emperador se empeñaba en andar, tanto mayor era la fuerza que se lo estorbaba.
Todos, ante el inaudito caso, quedaron atónitos; hasta que ZACARÍAS, obispo de Jerusalén, dijo al monarca: “Mira, emperador, que con arreos de triunfo no imitas bastante la pobreza de Jesucristo y la humildad con que ÉL llevó su Cruz”. Entonces, HERACLIO despojándose de sus ricos vestidos, se descalzó, y poniéndose un manto, echóse la Cruz en hombros y pudo seguir andando hasta llegar a la cima del Calvario y dejar el Santo Madero en el lugar mismo donde los Persas lo habían tomado.
…Veneran hoy la las reliquias del sagrado Madero a adorarlo en esta solemnidad en que nos alegramos de su Exaltación, lleguemos también a posesionarnos en la eternidad de la salvación y de la gloria que ÉL nos granjeó.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 92 Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus

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